jueves, 9 de abril de 2015

Dar El Palo en Puertomingalvo...

Javier y Luis intentando llegar a la cima del Palo
(Foto: Uge Fuertes)
Por fin me siento ante el teclado del ordenador para intentar escribir unas letras que pretendan ser la crónica de una escalada que he numerado como la punta 110 sin demasiada precisión, puesto que ya hemos perdido la cuenta.

 Javier iniciando la escalada. Peleando con la fisura y los guillomos que crecen en ella.


No sé por dónde empezar ni cómo terminar.
En el Spotify suena La Ley Innata de Extremoduro:
(Foto: Uge Fuertes)






“¿Cómo quieres que escriba una canción?
 Si a tu lado he perdido la ambición.
La canción de que el tiempo no pasara,
donde nunca pasa nada.
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas,
se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas,
agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.
Volar, volar”.
(Roberto Iniesta)





De la multitud millonaria y milenaria de piedras con las que podríamos encapricharnos en Teruel, hemos vuelto a elegir otra que también es visible desde las vías de comunicación que el hombre frecuenta con sus coches en sus paseos turísticos. Es posible que queden muchas más detrás del horizonte.

Como siempre, para completar las reseñas y orientarlas conforme a la rosa de los vientos, Javier se había intentado informar correctamente:

(Foto: Uge Fuertes)

“Necesito saber.
Dime su nombre,
de dónde sale el Sol
y de qué se esconde”
(Roberto Iniesta)









La peña del Palo se halla descolgada de un acantilado de calizas arenosas provenientes del Cretácico Inferior al lado de la famosa cascada de Arquero en Puertomingalvo,  uno de los pocos pueblos de Teruel que además de albergar varias maravillas en su término municipal, utiliza para su nombre una bonita y sonora palabra panvocálica, al igual que lo hacen Orihuela del Tremedal, Villarluengo y Escorihuela.

Entretenidos con estos juegos de palabras y otros, pasábamos las horas muertas que separan este extremo suroriental del Teruel capital.
Recordábamos palíndromos famosos. A veces me gustaría poder decir sobre las controversias insulsas que nos crean desavenencias “Sé verla al revés”, pero en realidad “No deseo yo ese Don” tengo dentro del alma un guerrero que no se deja fácilmente convencer.
Luchando contra el miedo y contra la gravedad que arrastra también la arena del reloj.

En el primer largo de escalada hacia la cima del Palo hubo mucha tensión. Tanta que por la noche soñé que uno de nosotros caía hasta el suelo. Recuerdo los detalles más terribles de la pesadilla, mi cuerpo desencajado, roto y un dolor envolvente e hipnotizante que ya he sentido en otras fracturas, sangre y agonía.
Pero sin duda alguna, peor que eso sería ver a un compañero accidentarse, soportar sus jadeos e intentar aceleradamente y sin éxito reanimarle, para después impotente llorar amargamente buscando inútilmente, con la mirada clavada en el cielo, algo que pueda cambiar el destino. Me niego a seguir imaginado como dar la terrible noticia a sus allegados.
Otra cima más con Manolo Soriano acompañándonos de nuevo.
(Foto: Uge Fuertes)




Yo deseo cerrar ya este capítulo, con unas últimas fotos subidos sobre las inocentes piedras de Rodenas, invitar a comer a nuestros colaboradores, amigos y compañeros en este viaje y entregar definitivamente todo el material al editor para que publique, de una vez por todas, un libro que lleva un año y medio a punto de salir.

"Ni un paso atrás". El mantra de una rueda de plegaria budista alrededor de las mallas de Javier


No debemos pretender que este proyecto sea eterno.

Decía Hegel que "Quien todo lo desea no quiere nada en realidad, y nada consigue”

Dejemos algunas puntas sin explorar, admitamos que la tierra es demasiado grande para poseerla y abarcarla toda, relajémonos.

“Buscando mi destino,
viviendo en diferido,
sin ser, ni oír, ni dar.

Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y, así, sintonizar.”
(Roberto Iniesta)