sábado, 19 de mayo de 2012

Retorno a la niñez


























Como en aquellos años en los que las carreteras eran poco más que arcén y medio de una autovía, volvimos a coger la carretera de la Venta del Diablo y el Puerto Mínguez, esta vez para dirigirnos a Segura de Baños. En los setenta costaba casi dos horas recorrer 100km por aquellas curvas y los comentarios nocturnos de mi padre al volante hacían que nos meáramos de miedo pensando en que pasaría si nos viese el diablo de la hoy desaparecida Venta de Portalrrubio. Por eso nos acurrucábamos en los asientos de atrás para no ver y pasar desapercibidos cuanto antes. Pero hoy teníamos los ojos bien abiertos, no queríamos dejarnos ni un detalle. Segura de Baños es el principio de una orografía abrupta que parte el valle del Martín con el Aguasvivas. Así lo anuncia Peña Delgada, una cresta rocosa solitaria paralela al potente corte del cretácico sobre los Baños de Segura, donde al asomarnos parece que cambiemos de planeta dada la abundancia de riscos, barrancos y acantilados rocosos, algunos con casi un centenar de metros.




Esta es nuestra decimocuarta cumbre, un emblemático número para los poetas renacentistas y para los montañeros de los siglos XX y XXI, y allí hemos vuelto a encontrarnos con los simpáticos y majestuosos buitres, por otra parte despreciados, maltratados y denigrados en los últimos tiempos en boca de algunos humanos y en la normativa de la Administración. Ellos vigilan apostados en las oquedades de sus acantilados, en las que a menudo construyen sus nidos, hasta los que traen alimento a sus polluelos obtenido de la escasa carroña per cápita que se le ofrece. A pesar de que se les acusa de ataques a reses vivas y de que en alguna ocasión se les ha señalado como peligros potenciales para excursionistas, a nosotros nos siguen cayendo muy bien estas rapaces, de hecho sentimos profunda admiración por ellas y por su forma de vida. Son animales necrófagos, es decir se alimentan de lo inerte, de lo que ya no sirve a las almas de cuerpos ya fallecidos. ¡Tengámoslo en cuenta! los demás robamos la vida de otros para alimentarnos. Más de alguna vez he asegurado preferir que en mi deceso se ofrezca mi cuerpo a estas aves siguiendo la antigua tradición funeraria de los fieros e irreductibles celtíberos cuando caían en el campo de batalla, por eso y por su extraña y extraordinaria belleza me alegra tenerlos cerca cuando luchamos contra la gravedad pujando por alcanzar la cumbre. Difícil testamento para mis descendientes, pero por absurda que sea esta mi última voluntad en forma de capricho banal que jamás podré comprobar si se ha llevado a efecto, antes de que se lleve mi alma el Diablo, Yavé, Caronte el barquero o cualquier otro ser alegórico e imaginario, prefiero que mi cuerpo sin vida sea inmolado, ofrecido como alimento a estos carroñeros para que puedan elevarme hacia los astros, desinfectando la tierra y dejando hueco libre para lo que pueda ser más útil a los que queden vivos.

1 comentario:

  1. Gracias por enseñarnos sitios tan alucinantes.
    Ánimo con esas punticas!!!

    ResponderEliminar