lunes, 6 de mayo de 2013

No es país para viejos...

La piedra de la Cina en Aliaga


La primera vez que intentamos alcanzar la cúspide de la Piedra de la Cina, alguien había observándonos. Nos lo dijeron en la verbena de Nochevieja del año que anunciaba el fin del mundo según las interpretaciones modernas del calendario maya.
Por lo visto, mientras subíamos despacio, unos cazadores apostados a la espera del jabalí y aburridos a su vez, se entretenían mirándonos con su objetivo telescópico.
"¿Y si se te llega a soltar el gatillo?"- pregunte admirado y con cierto temor hacia lo que podría haber ocurrido. "¡Hombre! eso no puede pasar"- contestaba entre risas el divertido cazador.
Aquella tarde de diciembre la luz solar duró mucho menos tiempo del que necesitábamos invertir para hacer cima, por lo que tuvimos que bajarnos antes de llegar arriba sin completar el objetivo.
A partir de ese momento, apareció en nuestra mente una tarea pendiente que no podíamos borrar. Como si de un tesoro fugaz se tratase, aquello que pensábamos encontrar en la cumbre no podría esperar demasiado. Y en realidad así era, aunque no se tratara de un tesoro cualquiera teníamos que completar la tarea.

Javier escalando en el primer largo (Foto: Pilar Catalán)
Luis en el exigente segundo largo (Foto: Manolo Soriano)
Javier llegando a la segunda reunión, muy aérea

Ayer, cuatro meses más tarde de aquel primer intento, sentimos la emoción de hollar aquella inalcanzable cumbre arrastrando un cúmulo de sensaciones gestadas no solo en las ocho horas de ascensión sino cultivadas desde los días previos, soñando a cada momento como íbamos a resolver todos y cada uno de los pasos sin tregua que ya conocíamos, imaginando como sería lo que restaba hasta la cima. Miedo, atrevimiento, tensión, relajación, placer y dolor, tortura y alivio, al borde de la derrota y el fracaso, a un paso de alcanzar la victoria y la gloria. Una especie de masoquismo autocomplaciente es lo más parecido que hemos podido encontrar en los vicios humanos para compararlo a esta nuestra actividad, pero la realidad es que aquella ascensión no solo lo merecía sino que también era necesario incluirlo como táctica para poder conquistarla.


Javier en la travesía del tercer largo. Luis resolviendo por detrás

No es fácil encontrar una ruta de escalada de estas características: vertical, expuesta, exigente, difícil, larga y muy continua pero ante todo escalable, de roca consistente, protegible, con buenos asideros y algún que otro reposo. En definitiva una vía excepcional e imprescidible. Y qué decir del paisaje y sus vistas, simplemente impresionantes. La inmensa alegría al alcanzar la estrecha cumbre fue como agarrarse al extremo de una pequeña isla suspendida en el cielo.

Metido en la travesía. Foto tomada por Luis desde la segunda reunión

Desde nuestra Sky Island, pudimos contemplar emocionados uno de los mejores atardeceres que hayamos podido tener en nuestras vidas. Los reflejos brillantes de la rojiza puesta de sol en el agua de un crecido y serpenteante Guadalope nos recordó el fluir de la vida y su fugacidad.
Admirados con la maravillosa perspectiva de esta parte del valle entre Miravete y Aliaga y tras guardar en el recuerdo la imagen de ese mágico, único e irrepetible momento, decidimos poner los pies en el suelo para sentir de nuevo el fuerte latir maternal de la tierra firme. 

En la cima después de casi 9 h. de lucha contra está preciosa pero exigente pared
Para finalizar todavía nos quedeba el rápel volado de la cara este 

1 comentario:

  1. Enhorabuena por este reto zagales!!! Joer que envidia mas mala me dais. Nosotro stenemos el reto de las cien clasicas de España y vamos muyyyy despacio, pero viendo vuestra hazaña, nos da energias renovadas.
    Enhorabuena otra vez y a ver si coincidimos alguna vez por estas verticales tierras.
    Chabi

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