lunes, 19 de agosto de 2013

Por Cirujeda y Los Alcamines...


Cirujeda por la mañana                                              Los Alcamines al atardecer

La Peñarroya de Cirujeda, una aguja con historia propia.

Hace demasiados años, tantos que las gentes de Cirujeda no atinan a concretar ni el siglo, ocurrió un hecho digno de recordar en la cumbre de este peñasco.
Unos cientos de metros montaña arriba, todavía se halla en ruinas una de las masadas más grandes de la zona, el Mas de la Sierra. Una masada, mas o masía era una casa de campo rodeada de tierras cultivables, bosques y pastos con capacidad suficiente para su abastecimiento y autosuficiencia. A veces solían vivir en ellas varias familias que trabajaban para el propietario y en otras ocasiones solo los llamados medieros que alquilaban en especie dichas tierras a cambio de entregar la mitad de las cosechas y los beneficios al dueño.
En cierta época, vivió allí una bella joven, quizá llamada Isabel, perteneciente a una familia de medieros. Cuando alcanzó la edad de merecer su deslumbrante belleza impactaba a los mozos que por allí pasaban e Isabel era a menudo diana de piropos y envites amorosos a los que rechazaba con elegancia. Pero el capricho de la adolescencia y la insistencia hizo que Isabel también quedase prendada de alguno de ellos, aunque la casualidad decidió que los elegidos fuesen dos mozos que a ella le gustaran por igual y a los que correspondía. Comenzó entonces un peligroso y clandestino doble noviazgo que solo ella conocía. Pero como los novios acudían a cortejarla en semanas alternas no había problema de solapamientos y pasaba lindas tardes con cada uno cada quince días. Sin embargo siempre hay alguien que no duerme quedando al acecho de cualquier lío amoroso, sin poder poner freno a su lengua. Pronto los novios, probablemente llamados Felipe y Manuel, hubieron de recibir rumores sobre aquel engaño al que los tenía sometidos Isabel y al final el destino hizo que se encontrasen en una taberna para contarse sus penas, pero lejos de entrar en disputas y peleas entre ellos para vencer al adversario, la astucia de ambos decidió deshacer aquel entuerto ideando un plan. Uno de ellos quedaría con ella en la Peñarroya y el otro escondido tras una roca, comprobaría si realmente era la misma Isabel la que correspondía a las zalamerías de ambos. Felipe tenía que ofrecerle un regalo pero se lo entregaría en lo alto de la roca con la escusa de contemplar juntos un magnífico atardecer.
Cuando llegaron allí Isabel emocionada desplegó el brillante pañuelo rojo que Felipe le había regalado y se lo colocó sobre el cuello airosa y presumida, seguidamente Isabel agradecida por el presente le dio un beso en los labios, al instante salió Manuel detrás de la roca y enfurecido pidió explicaciones a Isabel, que asustada y aturdida no sabía articular palabra, solo su llanto arrepentido podía traducirse en una solicitud de perdón a ambos acusadores. Entre empujones y gritos Isabel era zarandeada y casí perdiendo el conocimento dejó de ofrecer resistencia cuando ellos terminaron tirándola peñasco abajo, tal y como habían planeado.
Leyenda, historia o fábula este trágico y terrible relato durante décadas ha recordado a las féminas de estos lares injusta, machista y cruelmente, su obligación de fidelidad a un solo hombre so pena de muerte, puesto que a menudo esta parábola se oía contar en la tradición oral en tono de advertencia.
La aguja de Cirujeda era pequeña pero matona...
 Luis en el diedro final de Peña Amarilla
 Una auténtica reunión !!!!!!!
Peña Amarilla. Los Alcamines. Villalba Alta.

Escondida entre territorios de masadas y en fuerte contraste con las parameras de Fuentes Calientes y el Mas de la Cirugeda se encuentra el profundo cañón del río Alfambra y los estrechos de los Alcamines, flanqueados en su ladera oeste por un conjunto de cortados rocosos del Jurásico cuyo color ocre lo ha llevado a llamarse con el topónimo local de Peña Amarilla.
Hoy acompañados de Iván Ferrer habitante oriundo y buen conocedor de la zona y de Manolo Soriano habitual seguidor de nuestro proyecto, hemos venido a buscar una punta inaccesible en este maravilloso e insólito rincón de la provincia de Teruel, en la que pronto algunas de sus agujas serán las islas de un pantano que inundará injustamente zonas que no podrán disfrutar de esa agua embalsada que ocultará maravillosos mundos de encajonados estrechos rocosos y afiliados bosques de galería con choperas de ribera.

No está bien que los humanos abusemos de los recursos que nos ofrece la madre tierra, máxime cuando ya no son imprescindibles para la vida y dañan castastrófica e irreparablemente el paisaje que ha dado de comer a tantos antepasados nuestros y a la fauna que habitó con ellos.
Tenemos demasiados ejemplos de obras faraónicas en Teruel, que tras su periodo de utilización o sin llegar a ejecutar su puesta en marcha, han consumido gran parte de los recursos económicos que correpondían a una población humana en auténtico peligro de extinción, destruyendo un hábitat que antes era saludable. Minas, canteras, aeropuertos, pantanos… La presa de los Alcamines va a ser un nuevo ejemplo de ellos que tarde o temprano acabará colmatándose quedando inservible pero habiendo desintregrado, de nuevo, un magnífico paisaje de piedra, agua y vida salvajes.
 De punta a punta...

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