lunes, 30 de abril de 2012

¡AL ATAQUEEERRR!

                                                                                              (Foto: Uge Fuertes)


Tras un largo reposo de casi un mes, volvimos a los ruedos el 23 de abril, día del patrón del antiguo reino de Aragón, personaje que hoy, lejos de ser convertido en un héroe, hubiese sido acusado de cazador furtivo y condenado a años de prisión por matar al último ejemplar de dragón, provocando así la extinción de una especie.
Aquel día pretendíamos subir cuatro puntas, intentando recuperar el tiempo perdido. Así en 25 jornadas como esta tendríamos culminado nuestro proyecto. Ahora bien, habíamos elegido cuatro cumbres más bien modestas, pero hollarlas todas, teniendo en cuenta los desplazamientos entre ellas, era un reto que no dejaba apenas margen para demoras. Conseguimos La peña del Macho a primera hora de la mañana, su vía normal repetida decenas de veces por nosotros en nuestra más tierna juventud hizo que no tituberamos en ninguno de sus pasos. Subimos también la cumbre más visible de Los Picachos de la Perazaga y a media tarde llegamos a La Guea, para intentar subir una chimenea de hadas en el camino de bajada de La Muela. En este tercer intento se nos acabó la racha, pero nos quedamos con ganas de volver y subir, a pesar de que su escalada implique utilizar técnicas muy poco habituales, ya que el sustrato sobre el que sustenta la capa pétrea que corona este inaccesible mallo está formado de arcillas donde uno no puede agarrarse para progresar ni protegerse por si accidentalmente ocurre una caída. Menos mal que también son poquitos metros los que separan el collado de la cumbre, pero aún así esa secuencia estratigráfica propia del mioceno turolense: arcilla, gravas y conglomerado nos hizo retirarnos para preparar mejor su ascención.
“Quizá sea el altísimo quien nos mueve o nos detine para ello, dándonos así una nueva oportunidad de vida que podemos emplear en volver a escalar” nos decíamos con sorna intentando buscar una escusa fácil con la que justificar nuestro comportamiento cabal a la vez que pusilánime. Porque los humanos, en vez de asumir las responsabilidades de nuestros actos, tenemos la puñetera capacidad de achacar a lo sobrenatural las consecuencias de lo ocurrido. Es más fácil así, “La Suerte, Dios o el Destino así lo habrán querido”. De este modo nuestra conciencia intenta quedar impune porque nada podría haberse hecho para evitar lo ocurrido. Ahora no recuerdo bien si esto se acerca más a la definición de Cinismo o de Hipocresía, tendré que consultar de nuevo a la RAE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario