En viernes 13 Luis, Javier y Manolo escalamos una de las Crestas singulares y más largas de la provincia de Teruel, la Ki-Krest. Un lugar inhóspito en el corazón del Maestrazgo. Un espacio salvaje y duro que nos puso a prueba y que vivimos con pasión.
RESEÑA TÉCNICA
Descripción original de la vía
(21 largos que nosotros realizamos en solo 10 + tramos de ensamble):
Encapricharse, es una de las primeras
fases del enamoramiento humano y quizá también la clave para poder conseguir
algo grande. Empeñarse en convertir lo que parece casi imposible en algo
factible y desear con todas tus fuerzas que algo ocurra puede acercarte a ello.
Poner todo el tesón del que seas capaz ante el reto planteado y perseverar tras
el fin perseguido hará que te aproximes a conseguir el objetivo buscado.
Pero a veces las circunstancias pueden no ser favorables y existe el peligro de
caer en un círculo de obsesión que no te deje avanzar.
El capricho en los humanos suele ser más
o menos pasajero, supongo que para no volvernos locos: esa determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original,
según define la RAE, puede ser muy intensa en los primeros momentos de la
seducción, pero se va disipando poco a poco cuando la posibilidad de
alcanzarlos se aleja o se demora demasiado. Solo entonces la mirada se fija
hacia otro lado, autojustificando que lo primero quizá no fuera tan especial,
como en la fábula de Esopo “La zorra y las uvas”.
Algo así nos ocurrió con la Ki-krest de
Villarluego, ese estrato vertical con forma de media luna que durante
algo más de un kilómetro flanquea el Guadalope en uno de sus más espectaculares
tramos entre los Baños y la cueva de los Altares, alcanzando una altura sobre
el río de casi 500m en su cúspide.
Sin lugar a dudas nos encontrábamos en
uno de los rincones más salvajes de este valle fluvial, casi inaccesible, casi
inalcanzable por la lejanía hasta cualquier camino donde se permita la
circulación de vehículos y también por el carácter sinuoso, laberíntico y
abrupto de sus senderos hoy casi perdidos. Desde el primer momento en que la
vimos nos pareció una cresta grandiosa, espectral y misteriosa. La cantidad de
escalones, escarpes, espolones y pequeñas agujas que contiene la hacen
admirable y sobretodo temible por las incógnitas que, a primera vista, plantea
el meterse allí sin tener la certeza de encontrar un camino factible que pueda
llevarte a la cima.
A pesar de esto, lo más difícil era
encontrar compañeros para ir a escalar a un sitio tan lejano y con tantas horas
de dura actividad como se intuían. Para ir allí hay que estar muy convencido de
que lo quieres hacer, que tu pasión sea la escalada de paredes remotas, así que
tras pasar por nuestra mente incluso la locura de intentarlo en solitario, la
cosa se fue enfriando de tal modo que llegamos a apuntarla en la libreta de
cosas que no llegaremos a hacer nunca en nuestra corta y ajetreada vida. A ello
puede que le ayudase una conversación con Joan Tirón que nos aseguró que ya
había sido ascendida varias veces y que no era tanto como parecía. Así que la
dejamos correr por un tiempo.
Tras algo más de dos años sin escalar
los tres juntos y casi habiendo perdido todas las esperanzas de volver viniendo
precisamente aquí, envió Javier Magallón una mañana de octubre un mensaje
proponiéndonos ir a escalar. Aceptamos pero con la condición de no hacer muy tarde
y curiosamente entre los tres rechazamos otras rutas más breves y conocidas
como la Crebaba o los Morrones. Manolo Soriano nos empujaba a ir a la cresta
argumentando que era una ruta a la que le habíamos tenido muchas ganas y Javier
deseaba hacer algo nuevo a ser posible.
Al placer se le conoce como aquella sensación o sentimiento positivo, agradable o eufórico, que en su forma natural se manifiesta cuando un individuo consciente satisface plenamentre alguna necesidad, pero el placer tiene su precio. Las endorfinas generadas por nuestro hipotálamo para que se aplaque el dolor también son pasajeras. Es cierto que acabamos muy satisfechos pero también deshechos hasta la extenuación.
Más de doce horas de recorrido bajando desde el amanecer a las profundidades del sinuoso cañón, saltando los rápidos del río de piedra a piedra por grandes bloques ascendiendo por el filo de la cresta y descubriendo todos sus rincones para volver bien entrada la noche a remontar las escarpadas laderas de vuelta al coche nos dejaron sin aliento, pero también doce horas de convivencia e integración en una naturaleza salvaje y maravillosa donde pocas veces se ha introducido el hombre, hacia un retorno a nuestro vínculo más ancestral con la Tierra nos ha dejado llenos de imágenes, recuerdos y sensaciones de satisfacción y plenitud que ningún narcótico similar a las endorfinas podrían habernos aportado, ni siquiera con algún efecto cercano.
DIFERENTES MOMENTOS DE LA ESCALADA:
Amanece en el Maestrazo
¿A ver quien nos distingue como dos puntitos-mota en el espolón de la aguja final?
Saliendo de la última reunión
Final de la Ki-Krest.
Descenso caminando por el barranco de la vertiente sur hasta el hito de partida y el Guadalope
Vistas del camino de vuelta que nos llevará en aproximadamente 2,50 h. a nuestro vehículo
El atardecer despide esta jornada única e inolvidable perdidos entre Montoro y Ladruñán.