domingo, 25 de noviembre de 2012

El Cirujudo de Alpeñés.


Piedra del Cirujudo. Alpeñés.

Todo en el nombre de esta localidad apunta a que Alpeñés es un pueblo plagado de rocas y peñascos. El cauce del río Pancrudo y las altas laderas salpicadas de rocas flanqueando los valles que circundan el elevado casco urbano así lo atestiguan.

Nosotros veníamos discutiendo sobre si el peñasco que anuncia la llegada del Pueblo desde el sur era una aguja inaccesible o no, porque la imponente y encrespada silueta de La piedra del Cirujudo da a entender que al menos una de sus afiladas cumbres es inalcanzable al paso humano.

Inaccesible o no, lo cierto es que ostenta el título de ser la piedra más representativa de Alpeñés, no en vano su escudo la lleva impresa en él y sus escasos habitantes siguen orgullosos de tenerla ahí, por eso se han acercado a vernos escalar y a tomar fotos para, según nos dijeron, hacer el cartel de las fiestas del próximo año.

 

















           ... Javier escalando el segundo largo


Luis en el primer largo...


Para mí, además del disfrute que me provoca escalar en una caliza jurásica de tan buena calidad, Alpeñés representa parte de mi pasado más ancestral, pues durante otra de las grandes crisis que han asolado España, mi tatarabuelo, a finales del siglo XIX, tuvo que emigrar hasta aquí para trabajar de pastor con la comida por sueldo y una talega de trigo al mes que venían a buscar en un burro mi bisabuela y su hermana. Me gusta recordarlo para no sentirme tan desgraciado ante mi actual y acuciante pérdida de derechos laborales, pero también es necesario tenerlo muy presente para mantener viva la llama de la lucha social pues la pasividad puede hacer que lleguemos hasta aquellos extremos. Si ha ocurrido una vez, puede volver a pasar.




Geodas en el puente de los Hocinos

Son las pequeñas cosas, las más cotidianas, las que a menudo pasan más desapercibidas haciéndose casi imperceptibles.


Hoy hemos querido regalarnos un pequeño tesoro, una minúscula y afilada aguja que solo puede apreciarse si se tiene la curiosidad de hacer un alto en el antiguo puente abandonado de los Hocinos en término de Torre Los Negros, actual monumento de sillería que forma parte del conjunto de puentes que configuraban el trazado de la N-211, que en su día, fue la carretera más importante que cruzaba de la provincia de Teruel uniendo Alcolea del Pinar con Tarragona.

Su llamativo nombre se lo debe al hocino o estrechamiento del barranco que hay en las inmediaciones donde las paredes calcáreas han obligado al agua de la rambla a pasar por un cerrado pasillo de cascadas aquí llamadas calderones, por la forma de caldera que tienen los huecos de erosión creados en la base de recepción del agua.


 
La Aguja de los Hocinos, en cuestión, es una pequeña torre cilíndrica de unos once metros de altura pegada y formada en los depósitos de conglomerados del terciario, donde los cantos rodados que la componen guardan en su interior un maravilloso secreto sobre su historia y su formación, pues un número importante de ellas se han convertido, a lo largo de los últimos millones de años, en geodas.

Un geoda es una roca hueca que, por acción del agua y en condiciones probablemente hidrotermales, ha sido disuelta dejando un espacio vacío donde, en miniatura, se dan los mismos procesos que en una cueva kárstica. El agua cargada de carbonato cálcico encuentra allí las condiciones idóneas para precipitar sus sales disueltas formando cristales de calcita que tapizan las paredes de la pequeña cavidad creciendo en forma concéntrica.

Estos pequeños agujeros internos, que en las rocas a menudo afloran en la superficie de la pared, nos han servido tanto para maravillarnos de su creación, como para utilizarlos como buenos asideros sobre los que traccionar con nuestras manos hasta alcanzar la estrecha y aparentemente inestable plataforma superior de  la cumbre.

Luis buscando nuevas puntas...

sábado, 17 de noviembre de 2012

El secreto de la Loma de Troya...


Escalar en otoño es como empezar un nuevo año de sensaciones.

Recorrer los senderos tapizados de hojas doradas, amarillas y marrones -como el paseo fluvial del Alfambra-, es un placer para los sentidos. Escuchar el silencio. Deleitarse con el sonido del agua. También fotografiar la espectacular y serpenteante chopera en contraste con las áridas montañas de Peralejos y Alfambra, un lujo. Sentir el viento... Vivir, escalar. Un privilegio salir al monte en otoño!!!


Desde el primer momento que la vimos supimos que era otra de nuestras puntas. Además escondía para nosotros un extraño regalo, un segundo peñasco bien guardado junto al barranco de la Pólvora. Una piedra secreta y misteriosa con forma de cabeza de caballo. ¡Qué coincidencia! un caballo en la Loma de Troya.


Como el famoso jamelgo, apaceció de repente en la lejanía como una escultura ante nuestros ojos, con apariencia agradable. Allí, bajo su crin, esa apaciencia se tiñó engañosa y peligrosa. Dudamos incluso de comenzar a escalar. Aún así y después de rodearlo unas cuantas veces aceptamos su reto, pero en esta ocasión... no hubo sorpresas. Tuvimos más suerte que los maltrechos troyanos en la batalla donde se la jugaron sus compadres los griegos.


en la cima de los peñascos


domingo, 11 de noviembre de 2012

El Fraile y La Monja. La antinaturalidad del celibato.


Dice Jesús García Calero, redactor de ABC, que la cultura nos ofrece: “Una colina para ganar altura mientras miramos lo que nos rodea. Un espejo para vernos, para saber quiénes fuimos y quienes somos, para elegir un momento que merezca la pena recordar.” 


Nosotros hemos venido a subir hoy otra de nuestras puntas, a coger altura para tener mejor perspectiva. Bronchales “El balcón de España”, como reza el cartel a la entrada del pueblo, nos servirá hoy para tomar aire limpio y puro, para volver a respirar de verdad y renovar la ventilación, porque de puertas adentro, este país tiene demasiada polución y necesitamos airearnos escalando.


            El destino elegido han sido dos piedras plantadas justo a la salida hacia la Fuente del Canto, magma volcánico petrificado durante el Pérmico, la roca más antigua que hemos escalado hasta hoy en  nuestra provincia de Teruel.
Rocas Antiguas y legendarias porque, como cuenta Francisco Lázaro Polo recuperando textos de la tradición oral, en cierta ocasión y tras haber inaugurado un convento cerca de Albarracín, unos padres internaron a la fuerza allí a su hija. La bella joven pronto hubo de conocer casualmente a un fraile que frecuentaba el convento. Sus edades cercanas y la belleza de sus adolescentes rostros estableció una atracción mutua, que buscaba, a la mínima ocasión, miradas furtivas, cercanía impulsiva y roces disimulados. La antinaturalidad del celibato, el instinto sexual y sus mutuos anhelos por encontrarse desembocaron en un almacén tras la lavandería, ocurriendo lo inevitable. Sus encuentros cada vez más apasionados eran sin embargo muy peligrosos y debían aprovechar la escasa y fugaz soledad del momento para después huir cada uno por su sitio como si no hubiese ocurrido nada.
Pero la pasión y el ansia por amarse y permanecer más tiempo juntos dictó que sus furtivos encuentros no eran ni mucho menos suficientes, por lo que decidieron fugarse. Lo hicieron una noche de verano amparados por la oscuridad y las sombras, pero una fuerte tormenta los sorprendió a la altura Bronchales y fueron a refugiarse bajo un enorme pino. Muchos creen que fue un castigo divino el que un rayo los partiera en dos mientras se abrazaban. Pero yo sé que murieron felices viviendo su propio sueño, porque lo demás…. no hubiera sido vivir.


Por eso nos hemos acercado a escalar estas dos emblemáticas cumbres que, aunque son de fácil ascensión, pertenecen, según cuenta la leyenda, a las almas petrificadas de los dos enamorados: El Fraile y La Monja.
Cada uno debe perseguir y vivir intensamente su propio destino elegido, a pesar de los riesgos que supone ir en contra de las restrictivas normas y de las doctrinas religiosas sociálmente aceptadas.
Sus cumbres, desde las que se ven sobre las copas de los pinos, Bronchales a un lado, al otro Palomera y allá en su frente el Valle del Jiloca, están pobladas de líquenes de múltiples formas y colores. Estas simbiosis entre hongo y alga, dos enamorados en clandestinidad o el encordamiento de dos escaladores, consiguen la fuerza, la ilusión y las condiciones necesarias para seguir sobreviviendo y afrontar con el ímpetu indispensable la batalla diaria por seguir adelante.