domingo, 27 de mayo de 2012

La Agulla del Fus. Parrizal de Beceite

Antes de empezar a sufrir.

Debido a la curiosidad que suscitan los topónimos en nosotros y a la falta de lugareños a las horas nocturnas en las que llegamos de vuelta a Beceite, tuvimos que buscar este seductor nombre en el traductor de Google. En Agulla veíamos claras raíces catalanas similares a la castellana “aguja” pero tras pasar más de 5 horas buscando en aquel laberinto de crestas y canales la base de la vía y permancer colgados en ella otras tantas hasta alcanzar su cumbre, pensamos que quizá Fus proviniera más bien de fustigación.

Realmente es su cautivadora y estética silueta la que llama la atención de los escaladores, enamorándolos de forma perturbadora, haciéndoles imaginarse junto a ella subidos en su delgada punta, encaramados a sus posibles itinerarios y acariciando sus redondeadas formas. Fus en realidad se traduce del catalán como huso: utensilio delgado de madera más grueso en el centro y terminando en punta hacia los extremos que se utilizaba para hilar la lana haciéndolo girar como una peonza.

                                    Luis en la precaria reunión colgada del segundo largo

sábado, 19 de mayo de 2012

Retorno a la niñez


























Como en aquellos años en los que las carreteras eran poco más que arcén y medio de una autovía, volvimos a coger la carretera de la Venta del Diablo y el Puerto Mínguez, esta vez para dirigirnos a Segura de Baños. En los setenta costaba casi dos horas recorrer 100km por aquellas curvas y los comentarios nocturnos de mi padre al volante hacían que nos meáramos de miedo pensando en que pasaría si nos viese el diablo de la hoy desaparecida Venta de Portalrrubio. Por eso nos acurrucábamos en los asientos de atrás para no ver y pasar desapercibidos cuanto antes. Pero hoy teníamos los ojos bien abiertos, no queríamos dejarnos ni un detalle. Segura de Baños es el principio de una orografía abrupta que parte el valle del Martín con el Aguasvivas. Así lo anuncia Peña Delgada, una cresta rocosa solitaria paralela al potente corte del cretácico sobre los Baños de Segura, donde al asomarnos parece que cambiemos de planeta dada la abundancia de riscos, barrancos y acantilados rocosos, algunos con casi un centenar de metros.




Esta es nuestra decimocuarta cumbre, un emblemático número para los poetas renacentistas y para los montañeros de los siglos XX y XXI, y allí hemos vuelto a encontrarnos con los simpáticos y majestuosos buitres, por otra parte despreciados, maltratados y denigrados en los últimos tiempos en boca de algunos humanos y en la normativa de la Administración. Ellos vigilan apostados en las oquedades de sus acantilados, en las que a menudo construyen sus nidos, hasta los que traen alimento a sus polluelos obtenido de la escasa carroña per cápita que se le ofrece. A pesar de que se les acusa de ataques a reses vivas y de que en alguna ocasión se les ha señalado como peligros potenciales para excursionistas, a nosotros nos siguen cayendo muy bien estas rapaces, de hecho sentimos profunda admiración por ellas y por su forma de vida. Son animales necrófagos, es decir se alimentan de lo inerte, de lo que ya no sirve a las almas de cuerpos ya fallecidos. ¡Tengámoslo en cuenta! los demás robamos la vida de otros para alimentarnos. Más de alguna vez he asegurado preferir que en mi deceso se ofrezca mi cuerpo a estas aves siguiendo la antigua tradición funeraria de los fieros e irreductibles celtíberos cuando caían en el campo de batalla, por eso y por su extraña y extraordinaria belleza me alegra tenerlos cerca cuando luchamos contra la gravedad pujando por alcanzar la cumbre. Difícil testamento para mis descendientes, pero por absurda que sea esta mi última voluntad en forma de capricho banal que jamás podré comprobar si se ha llevado a efecto, antes de que se lleve mi alma el Diablo, Yavé, Caronte el barquero o cualquier otro ser alegórico e imaginario, prefiero que mi cuerpo sin vida sea inmolado, ofrecido como alimento a estos carroñeros para que puedan elevarme hacia los astros, desinfectando la tierra y dejando hueco libre para lo que pueda ser más útil a los que queden vivos.

domingo, 13 de mayo de 2012

Peña Lengua. (Montalbán)


Peña Lengua desde el puente el vago sobre el río Ancho en Montalbán.
A pesar de que conocíamos que España, desde lo más alto, está dominada por buitres carroñeros, no esperábamos encontrar en dos de nuestras puntas una población tan alta de “gyps fulvus” o buitre leonado. Cierto es, que la época primaveral, aunque muy grata para la escalada, coincide con el periodo de cría de la mayoría de la aves rupícolas, por eso y a pesar de sorprendernos con el hallazgo de cuatro nidos con polluelo, subíamos con sigilo intentando no molestar demasiado a estas rapaces.
Javier Magallón en la cumbre.

sábado, 5 de mayo de 2012

La piedra de la Milocha

 Javier Magallón en la cumbre.

Nos pareció que cumpliríamos un sueño llegando allá arriba. Una travesura, un capricho de antaño nacido a primera vista el día en que divisamos por vez primera esa magnífica piedra colgada en equilibrio sobre arcillas neógenas. Pesaba más nuestra obsesión por subir que el respeto que le debíamos a la virginidad de una formación rocosa tan antigua y singular. Sus aproximados veinte millones de años de edad empequeñecen microscópicamente nuestro todavía no alcanzado medio siglo y la hacen parecer inmóvil y eterna, pero en realidad sus milenios están contados. El conglomerado que corona esta chimenea de hadas ha protegido de la lluvia durante los últimos tiempos al basamento de arcilla que la sustenta y lejos de nacer de la tierra creciendo hacia el cielo como pueda parecer, ha sido el único testigo vivo de la rambla de La Guea que ha quedado en pie, certificando como era el suelo de la red hídrica antes de que la erosión excavase el resto hundiendo en el terreno y encajando en el paisaje las cárcavas laberínticas que se divisan perfectamente por doquier desde la cumbre de nuestra dama recién escalada. Probablemente permanezca en pie largo tiempo después de que nosotros perezcamos e incluso quede algún resto para cuando la humanidad pase a la historia, pero tarde o temprano gajo a gajo los fenómenos atmosféricos se la irán llevando hacia el fondo de los barrancos afilando más aún su silueta, dejando capas de corte limpias como la que hemos utilizado hoy para escalar empleando las más inesperadas y menos ortodoxas técnicas del artificial. Dos clavos de hierro corrugado introducidos al menos treinta centímetros en la arcilla y dos parabolt en la cara rocosa de la que se escindió la última parte del sombrero, nos han servido de apoyo para progresar. Su cumbre a partir de hoy ya no nos es ajena y aunque no le hayamos pedido permiso para abordarla, hemos bajado eufóricos por la hazaña conseguida. Pero aún no sabíamos su nombre, así que nos hemos acercado a La Guea para preguntar, buscando a un lugareño que se sienta alegre por tener el privilegio de vivir en un pueblo donde todavía se oyen aullar a los perros en las noches de luna y donde se puede escuchar el canto de los gallos en los rojizos amaneceres.
Un bar podía ser el lugar perfecto de reunión donde encontrar a alguien de estas características, pero al llegar a la puerta tres feroces perros nos han recordado que no hay nada bucólico que buscar en sus ladridos “Están para defender y esto ya no es un bar” nos advirtió el dueño. “Una última pregunta, por favor”- solicitamos.
Al menos averiguamos su bonito nombre: La piedra de la Milocha.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Nuevo éxito

EL MORICACHO DE CALOMARDE

             Javier Magallón, Luis Torrijo, Manolo Soriano y Mizar Torrijo en la cumbre.  (Foto: Marisa Salesa)

“¿Y si cuando lleguemos hay ya una línea de parabolts hasta la cumbre?” comentábamos mientras nos acercábamos por la cornisa este, al otro lado del impresionante arco que la atraviesa.

Habían pasado demasiados años y cualquier cosa era posible, el periodo suficiente para que un bebé nacido aquel mismo día hubiese alcanzado ya la mayoría de edad. Y fue al llegar al pie de vía cuando divisamos el brillo de las chapas. Había sido escalada de nuevo y equipada nada más y nada menos que con parabolt de 12 mm. Cualquier puritano de la escalada clásica hubiese rabiado al ver aumentada la seguridad del itinerario, porque como dicen ellos se ha eliminado el grado de exposición, pero yo, como posible aperturista a la primera del Moricacho, me quito el sombrero y brindo con los equipadores. La tradición es enemiga de la evolución. Aquella línea peligrosa que se metía en la acampanada y estrecha chimenea superior sin apenas grietas donde protegerse, tiene hoy una alternativa segura que te lleva hasta la cumbre por el espolón contiguo más evidente y sencillo. Aún así cada uno es libre de subir como quiera y por donde quiera, sin necesidad de criticar ni de utilizar lo que otros han dejado en la pared. Nosotros como siempre utilizamos el camino más fácil, una preciosa vía a una punta inolvidable perteneciente al jurásico de la sierra de Albarracín.