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Cañón del río Alcalá con el Altarico Chicuto colgado en el acantilado izquierdo. (Foto: Uge) |
El Altarico al fondo
Amanecíamos sobre la umbría norte
del grandioso cañón del río Alcalá. Uge Fuertes, Javier Magallón y yo, de nuevo
con vinagre y rosas. Una combinación ya bastante habitual en nuestra relación a
ratos placentera con hermosos aromas contemplativos y belleza natural
incomparable y otros con cierta acidez y ligeros tonos de sabor agrio. Vinagre
y Rosas es también el decimoquinto álbum de estudio de uno de nuestros
cantautores favoritos, Joaquín Sabina, de modo que mientras escalábamos no paraban de sucederse momentos evocando versos de sus canciones que impulsivamente nos
lanzábamos a canturrear.
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Flora eurosiberiana, conviviendo con la propia de las zonas más áridas y frías. Pinos, tejos y sabinas. (Foto: Uge) |
El cañón del río Alcalá está
excavado entre potentes acantilados rocosos con series de estratificación
horizontal muy marcada en las calizas del cretácico inferior, dejando entre
pisos estrechas y aéreas fajas donde las cabras han trazado espectaculares
senderos con impresionantes vistas de vértigo sobre el río que baja a Cabra de
Mora.
Sin duda alguna, en este su
último disco en solitario de 2009 (Ro) Sabina (gre), como cita Benjamín Prado
en su libro “Romper una canción” sobre la similitud del nombre del autor con el
del álbum, los cortes que más nos emocionan son
1.Tiramisú de limón 2.Viudita de Cliquot y 9. Embustera.
El Altarico Chicuto a vista de pájaro
Colgados al pie de los
acantilados donde se encuentran enormes mallos y bloques sueltos erguidos en
equilibrio gravitacional, que en esta zona llaman Altarico al más grande y
Altarico Chicuto a otro más diminuto, sólo la pronunciación engañosa de su
nombre me ponía en guardia de nuevo:
“A los quince los cuerdos de
atar me cortaron las alas, a los veinte escapé por las malas del pie del altar”
¡Para subirme a los altares
estaba yo esa mañana, con cierzo racheado rozando el punto de congelación del
agua!
Uge intentando sacar fotos de las
suyas entre las rachas de nieve, sol y algarazos también se congelaba y pasó más de tres horas parado esperando nuestras poses de cumbre anclado en otra umbría
deseando que se acabase esa eternidad.
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Plantarse en la afilada e inestable cumbre no permite muchos bailes.(Foto: Uge) |
Subimos al mayor prácticamente a
pie y volvimos la mirada al Chicuto. Yo deseaba que de nuevo lo intentara
Javier, aunque sus ojos me devolvían trozos de otra canción:
“¿Pero dónde crees que vas?
¿Quién te parece que soy? No mires atrás que ya no estoy”
Él argumentaba que esta vez me
tocaba subir primero a mí. Yo no quería que “al borde del precipicio
jugáramos a Thelma y Louise” y le canté abiertamente “está noche
estrena libertad un preso desde que no eres mi juez, tu vudú ya pincha en hueso,
tu saque se enredó en mi red”
A punto estábamos de irnos, en
ese tira y afloja que nunca acaba con excusas vanas, hasta que se me ocurrió
otra idea para llegar a la cumbre y me arranqué a escalar y a cantar de un
tirón una de las que me parecen las mejores obras maestras del de Úbeda.
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Por fin los dos en el Altarico Chicuto.(Foto: Uge) |
“Siempre voy a tenerte que agradecer
que hayas sido conmigo tan embustera
y me hayas enseñado lo que es querer:
bailar mientras rodamos por la escalera.
Has despejado mis dudas
y has logrado que aprendiese
a ser un perfecto Judas
desde la jota a la ese.
Contigo he comprendido que la humedad
es algo que se seca y se olvida
gracias a ti he sabido que la verdad
es sólo un cabo suelto de la mentira.
Por eso sé que perderte
no era quedarse sin nada,
la muerte es sólo la suerte
con una letra cambiada.
Embustera,
tu corazón es una cremallera de Christian Dior,
blanqueas emociones traficas con botones
pierdes con mi perdición.
Dormir contigo es repetir francés en una facultad
donde un Miró parece una esquela
y enseñan cuánto mide la oscuridad:
sumando pesadillas y duermevelas.
Hoy llamo a las rosas pan
y al vinagre desatino;
las mujeres que se van
se quedan en el camino.
Por mucho que me duela, debo admitir
que otras me ven sin ropa y tú desnudo.
Será mucho mejor, si pretendo huir,
cortar la cuerda, deshacer el nudo.
Ya no juego en tu tablero.
He roto nuestra baraja.
Sólo diré que te quiero
si es a punta de navaja”
A la bajada decidimos que ya podíamos
irnos tranquilos a tomar un café al bar más próximo pues habíamos terminado la
faena, (hasta la fecha no ha habido ninguna punta propuesta en la que no
hayamos posado nuestros pies en su cima) y además también estábamos sanos y
salvos de nuevo.
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Momentos de desconexión visual casi absoluta (Foto: Uge) |
Llegamos los tres al bar de la
urbanización Virgen de la Vega, donde una enorme estufa consumía grandes
troncos de pino sin parar, dando al aire un ambiente más que acogedor, habida
cuenta de los gélidos vientos que habían hiperventilado nuestras siluetas.
¿Cuál fue nuestra sorpresa? En la
barra había una bandeja con tiramisú, un postre de los dueños del bar que
pretendían comerse pues era un obsequio de una amiga repostera.
Javier miraba con ojos golosinos
y preguntaba al camarero repetidas veces por el contenido de la bandeja. “Si no
le doy un trozo se me va a poner malo” contestó el camarero y acto seguido sacó
entre los cafés, un cuenco con tres cucharillas y un trozo de aquel preciado
tesoro que no nos quiso cobrar. Yo de nuevo me arranqué:
“Tiramisú de limón
helado de aguardiente
muñequita de salón
tanguita de serpiente”
Veuve Cliquot es un prestigioso
champagne francés que debió recordar Sabina al componer su disco y en concreto
su segunda canción.
Desde hace tiempo Javier me dice
que soy indomable y puede que tenga razón:
“a los treinta fui de armas tomar sin chaleco antibalas”
siempre me gustaron las
aliteraciones con muchas erres:
“Nunca suple templar la guitarra que embrida mi potro”
“me compró una tormenta después de robarme el abrigo”
y protesto por todo
cuestionándome si los míos alguna vez tuvieron la razón. Así que al grito de “Allons enfants de la patrie” yo también utilizo esta estrategia
“Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga”.