Es difícil pensar en otro nombre para este macro-peñón situado sobre las aguas del pantano de Santolea
Las escaladas más emocionantes,
las más comprometidas, siempre fueron también las más controvertidas.
Será que el respeto o incluso el
miedo a la dificultad, nos hace sacar lo más oscuro de nuestra alma o que nos
vemos tan débiles frente a ella que utilizamos todo tipo de argucias para
salvar el escollo. Quizá sólo sea una sensación, pero los nervios de las horas
previas a la batalla hacen de la posible victoria una liberación épica muy
placentera.
Manolo Soriano estuvo presente en
muchas de ellas, a veces junto a nosotros dos y otras por separado en cordada
Magallón-Soriano o Soriano-Torrijo.
La aguja del Perro de Santolea
fue una de las más importantes y en esta, por ende, ha terminado escalando dos
veces, una con Javier y otra conmigo.
Yo llevaba meses soñando con esa
grieta ascendente, que aunque muy vertical presenta muchas posibilidades para
colocar empotradores y sobre todo porque cuenta con la maravillosa protección
de la pared trasera que la cierra a modo de chimenea. A través de ella imaginé que tendría una sensación muy cómoda empotrando el cuerpo entre una y
otra cara.
Desde que ví subir por primera
vez a Manuel Martínez Pérez como una flecha lanzada hacia el sol y protegido
tan sólo con su juego de tascons, he deseado repetirla.
No en vano, Javier Magallón la
calificó como una de las mejores vías de nuestro catálogo “100 puntas” y puede
que tenga razón.
La adherente roca del Guadalope
nos llama del mismo modo que el néctar primaveral lo hace con las abejas
melíferas, y aunque sabemos que esta actividad trepadora no tiene ninguna utilidad
práctica para la supervivencia, nuestra enorme satisfacción comprende que
merece muchísimo la pena. “Mas vale un gusto que cien panderos”.
Las agujas de Santolea, La Crebada, Los Morrones de
Ladruñán, Los Órganos de Montoro, Aliaga, Miravete, Villarroya de Los Pinares…
esa profunda hilera que destapa el maravilloso valle del Guadalope es
considerada ya por nosotros parte de nuestro hogar. Queramos o no, allí
se encuentra el corazón del territorio turolense y también el nuestro, atrapado en sus entrañas.
Diferentes momentos de la escalada Magallón-Soriano realizada en abril de 2015