Javier y Luis intentando llegar a la cima del Palo (Foto: Uge Fuertes) |
Javier iniciando la escalada. Peleando con la fisura y los guillomos que crecen en ella.
No sé por dónde empezar ni cómo terminar.
En el Spotify suena La Ley Innata de Extremoduro:
En el Spotify suena La Ley Innata de Extremoduro:
Si a tu lado he
perdido la ambición.
La canción de que el tiempo no pasara,
donde nunca pasa nada.
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas,
se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas,
agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.
Volar, volar”.
(Roberto Iniesta)
(Roberto Iniesta)
De la multitud millonaria y milenaria de piedras con las que podríamos encapricharnos en Teruel, hemos vuelto a elegir otra que también es visible desde las vías de comunicación que el hombre frecuenta con sus coches en sus paseos turísticos. Es posible que queden muchas más detrás del horizonte.
Como siempre, para completar las
reseñas y orientarlas conforme a la rosa de los vientos, Javier se había
intentado informar correctamente:
Dime su nombre,
de dónde sale el Sol
y de qué se esconde”
(Roberto Iniesta)La peña del Palo se halla descolgada de un acantilado de calizas arenosas provenientes del Cretácico Inferior al lado de la famosa cascada de Arquero en Puertomingalvo, uno de los pocos pueblos de Teruel que además de albergar varias maravillas en su término municipal, utiliza para su nombre una bonita y sonora palabra panvocálica, al igual que lo hacen Orihuela del Tremedal, Villarluengo y Escorihuela.
Entretenidos con estos juegos de palabras y otros, pasábamos las horas muertas que separan este extremo suroriental del Teruel capital.
Recordábamos palíndromos famosos.
A veces me gustaría poder decir sobre las controversias insulsas que nos crean
desavenencias “Sé verla al revés”, pero en realidad “No deseo yo ese
Don” tengo dentro del alma un guerrero que no se deja fácilmente convencer.
Luchando contra el miedo y contra la gravedad que arrastra también la arena del reloj.
En el primer largo de escalada hacia
la cima del Palo hubo mucha tensión. Tanta que por la noche soñé que uno de
nosotros caía hasta el suelo. Recuerdo los detalles más terribles de la
pesadilla, mi cuerpo desencajado, roto y un dolor envolvente e hipnotizante que
ya he sentido en otras fracturas, sangre y agonía.
Pero sin duda alguna, peor que eso
sería ver a un compañero accidentarse, soportar sus jadeos e intentar aceleradamente y
sin éxito reanimarle, para después impotente llorar amargamente buscando
inútilmente, con la mirada clavada en el cielo, algo que pueda cambiar el
destino. Me niego a seguir imaginado como dar la terrible noticia a sus allegados.
Otra cima más con Manolo Soriano acompañándonos de nuevo. (Foto: Uge Fuertes) |
Yo deseo cerrar ya este capítulo, con unas últimas fotos subidos sobre las inocentes piedras de Rodenas, invitar a comer a nuestros colaboradores, amigos y compañeros en este viaje y entregar definitivamente todo el material al editor para que publique, de una vez por todas, un libro que lleva un año y medio a punto de salir.
No debemos pretender que este
proyecto sea eterno.
Decía Hegel que "Quien todo lo desea no quiere nada en
realidad, y nada consigue”
Dejemos algunas puntas sin explorar, admitamos que la tierra
es demasiado grande para poseerla y abarcarla toda, relajémonos.
“Buscando mi destino,
viviendo en diferido,
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y, así, sintonizar.”
(Roberto Iniesta)
¡Dios mío, Extremoduro y Hegel en una misma entrada!
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