Javier en la última parte del Dedo Luis en la grieta de los Picayos
Sin duda lo que más me gustó de nuestras últimas puntas fue que ambas hicieron sentir en nosotros el despertar del más puro estilo de los pioneros de este deporte y el romanticismo de la escalada clásica, mucho más allá de la persecución del grado como objetivo. El uso de las cuñas de madera que José María Navarro nos preparó esa misma mañana, empotradas en las anchas grietas que rasgaban verticalmente la caliza y donde ninguno de nuestros friends ni empotradores tuvieron cabida, nos trasladó a otros tiempos.
Subimos al Dedo de las peñas del Quemao en Camarena de la Sierra y a la punta principal de los Picayos de Albentosa. Un día cerca del límite de provincia, al sur de Teruel…
Rapelando al atardecer la estética punta de Albentosa
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