Escalamos la inaccesible aguja que se ve a la derecha, separada de la pared
Siempre me ha sorprendido la paradoja de que a pesar del
sufrimiento físico y mental, la felicidad que nos reporta la escalada nos
engancha hasta el punto de que parecemos siempre abducidos por ella y queremos
volver, y volver, y volver…
Ayer SUFRIMOS y mucho,… otra vez el temido conglomerado!!! La
inseguridad que nos transmiten cada uno de los bolos que vamos casi acariciando
para no dañarlos, la progresión por la pared con el miedo que nos recuerda a cada instante como será el golpe contra la
roca a medida que nos alejamos del último seguro. Al final de la tarde,
FELICIDAD, mucha felicidad compartida. Habíamos conseguido una de las puntas
más equilibradas del repertorio. Dificultad, belleza, exposición, amistad,
compañerismo, alegría, deporte, roca… todo equilibrado y en armonía, como
nosotros mismos. La escalada ha sido de nuevo nuestra terapia contra el
mundanal ruido, nuestra defensa personal. Y que fácil!!! Solo subir, subir,
subir hasta la cima…
Conseguimos la única punta virgen del Cucón de Foz-Calanda, y
no nos sirvieron nuestros empotradores, clavos o friends. Tuvimos que
equiparla mínimamente desde abajo para poder contarlo ahora, fue como alunizar
es un espacio que nos tenían reservado esas maravillosas piedras. Una
insignificante parte del mundo pero un poco más alla, donde nadie había llegado
antes.
Luis haciendo la cabra antes de comenzar. Javier en la reunión intermedia de la 1ª parte del largo
En la cima del Puro oeste de la peña del Cucón
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