La piedra de la Cina en Aliaga
Por lo visto, mientras subíamos
despacio, unos cazadores apostados a la espera del jabalí y aburridos a su vez,
se entretenían mirándonos con su objetivo telescópico.
"¿Y si se te llega a soltar
el gatillo?"- pregunte admirado y con cierto temor hacia lo que podría
haber ocurrido. "¡Hombre! eso no puede pasar"- contestaba entre risas
el divertido cazador.
Aquella tarde de diciembre la luz
solar duró mucho menos tiempo del que necesitábamos invertir para hacer cima,
por lo que tuvimos que bajarnos antes de llegar arriba sin completar el
objetivo.
A partir de ese momento, apareció
en nuestra mente una tarea pendiente que no podíamos borrar. Como si de un
tesoro fugaz se tratase, aquello que pensábamos encontrar en la cumbre no
podría esperar demasiado. Y en realidad así era, aunque no se tratara de un
tesoro cualquiera teníamos que completar la tarea.
Ayer, cuatro meses más tarde de
aquel primer intento, sentimos la emoción de hollar aquella inalcanzable cumbre
arrastrando un cúmulo de sensaciones gestadas no solo en las ocho horas de
ascensión sino cultivadas desde los días previos, soñando a cada momento como
íbamos a resolver todos y cada uno de los pasos sin tregua que ya conocíamos, imaginando
como sería lo que restaba hasta la cima. Miedo, atrevimiento, tensión,
relajación, placer y dolor, tortura y alivio, al borde de la derrota y el
fracaso, a un paso de alcanzar la victoria y la gloria. Una especie de
masoquismo autocomplaciente es lo más parecido que hemos podido encontrar en
los vicios humanos para compararlo a esta nuestra actividad, pero la realidad
es que aquella ascensión no solo lo merecía sino que también era necesario incluirlo como táctica para
poder conquistarla.
Javier escalando en el primer largo (Foto: Pilar Catalán)
Luis en el exigente segundo largo (Foto: Manolo Soriano)
Javier llegando a la segunda reunión, muy aérea
Javier en la travesía del tercer largo. Luis resolviendo por detrás
No es fácil encontrar una ruta de
escalada de estas características: vertical, expuesta, exigente, difícil, larga
y muy continua pero ante todo escalable, de roca consistente, protegible, con
buenos asideros y algún que otro reposo. En definitiva una vía excepcional e
imprescidible. Y qué decir del paisaje y sus vistas, simplemente
impresionantes. La inmensa alegría al alcanzar la estrecha cumbre fue como
agarrarse al extremo de una pequeña isla suspendida en el cielo.
Metido en la travesía. Foto tomada por Luis desde la segunda reunión
Desde nuestra Sky Island, pudimos
contemplar emocionados uno de los mejores atardeceres que hayamos podido tener
en nuestras vidas. Los reflejos brillantes de la rojiza puesta de sol en el
agua de un crecido y serpenteante Guadalope nos recordó el fluir de la vida y
su fugacidad.
Admirados con la maravillosa
perspectiva de esta parte del valle entre Miravete y Aliaga y tras guardar en
el recuerdo la imagen de ese mágico, único e irrepetible momento, decidimos
poner los pies en el suelo para sentir de nuevo el fuerte latir maternal de la
tierra firme.
En la cima después de casi 9 h. de lucha contra está preciosa pero exigente pared
Enhorabuena por este reto zagales!!! Joer que envidia mas mala me dais. Nosotro stenemos el reto de las cien clasicas de España y vamos muyyyy despacio, pero viendo vuestra hazaña, nos da energias renovadas.
ResponderEliminarEnhorabuena otra vez y a ver si coincidimos alguna vez por estas verticales tierras.
Chabi