Bajo la falda sur de San Ginés
y en la linde de los términos municipales de Almohaja, Pozondón y Rodenas se
halla un hito rocoso visible desde la lejanía erguido como un sable de
conglomerados triásicos con cuarcita y arenisca. La Torre del Buco (macho cabrío)
ha sido ya conquistada como el último de nuestros objetivos. Su desafiante
figura no dejaba margen para el desprecio. Tan solo una veintena de metros iban
a hacernos sudar la gota gorda, porque aunque su escalada no era difícil, la
amalgama de cantos rodados cuarcíticos aglutinados en la arenisca de principios
del Triásico (245 mill. de años aprox.) hace de aquel recorrido un juego de
azar con resortes secretos, una pasarela de travesaños falsos donde no sabes
cual de todas ellas va a fallar provacándote un caída.
Aún así la ascensión fue muy
bonita: como pocas a una cumbre donde su cúspide es el techo de todo lo que hay
alrededor, la cima de una montaña; como pocas sobre una tupida vegetación de
jaras y rebollos enraizados en un sustrato silíceo fuertemente rojizo; como
pocas con la roca cubierta de un manto de musgos y líquenes multicolores que
parecen enmoquetar las paredes de sus callejones para que nosotros, a modo de
alfombra roja, podamos acceder con toda clase de lujos hasta su trono.
Una tarde inolvidable en las areniscas y conglomerados del entorno de San Ginés
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