El pasado 8 de marzo día de la mujer trabajadora, fuimos a
Beceite a bajar dos barrancos en la entrada del cañón de las Gubies del Parrizal cuyas vistas en sus
aproximaciones son inigualables.
Tere en el último rápel de Les Palanques |
Grotesck saliendo del último rápel volado de Les Peoníes |
Les Palanques y Les Peoníes son de esos torrentes poco conocidos y casi invisibles entre la maraña de crestas y agujas de esta parte del Port, que apenas dejan correr el agua en épocas de lluvias.
Me emocionó
encontrar a una pareja de escaladores iniciando los rápeles que hace ya dos
años recorrimos Javier y yo para aproximarnos a la temible base de la Agulla del
Fus. Era mi gran oportunidad para hacer fotos a esta punta desde fuera con gente escalándola. Así que mi cometido se convirtió, aquella mañana, en
hacer de reportero de una cordada ajena a la nuestra más que en descender el
barranco con mis compañeros. Fueron ágiles, no mucho más que nosotros pero al mediodía habían terminado y ya estaban en
la cumbre, habida cuenta de que pudieron utilizar los anclajes que nosotros en su día dejamos. Les pedí a voces que se levantasen para hacer una foto típica de las
nuestras, con los brazos levantados en señal de victoria, pero no hacían
demasiado caso. Estaban afanados en otra tarea para ellos más importante.
Izaban una maleta desde la base que con una cuerda iban arrastrando por la pared.
Al llegar arriba comenzó el espectáculo.
Un drone apareció entre
sus manos y comenzaron a interpretar un papel de actores especialistas en
deporte extremo elevando el dispositivo por el cielo mientras los filmaba en
derredor. Al poco rato, y tras haber posado con diferentes perspectivas y
horizontes maravillosos e insólitos a sus espaldas, hicieron regresar a sus
manos el aparato aéreo no tripulado, maniobra que desde un mando a distancia
subidos en inestable equilibrio sobre la puntiaguda cima de esta aguja en la
que no caben tus pies apoyados completamente, no debe ser tarea fácil. Una vez
capturado el eco reproducía los vítores y gritos de alegría de los escaladores
animados por otros espectadores de a pie que observaban desde el abrupto sendero
equipado del Pas del Romeret, que evita cruzar las gélidas badinas del estrecho a nado.
Hubo coito... fijo! Jejeje. Como disfruto leyendote... ya que ya no tengo el privilegio de tenerte. Un abrazo Luis.
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