Montoro de Mezquita
Acudimos de nuevo a Montoro de
Mezquita en busca de nombres autóctonos, para evitar desmanes, como dirían los
que bautizaron aleatoria e inapropiadamente a la Aguja de la Cabra oeste de la
Peña del Campo en el barranco de
Valloré.
Valloré grandioso, con su aguja vigía en la oeste de la Peña del Campo
y el Pozo Valloré, un tajo de apenas 3 m. de ancho
por donde se abre paso el Guadalope entre paredones de más de 100 m. de altura
No está bien que los foranos que vienen aquí a escalar una vez cada
tres años se inventen los nombres de los accidentes geográficos sólo porque no
encuentran a la primera ningún paisano que acierte con su nombre. Eso no quiere
decir que no exista. La historia es lo suficientemente amplia como para no
descartarla de un plumazo.
Por eso se debe ser paciente en
la indagación de la toponimia o perderemos valores culturales para siempre al
superponer nuevos nombres y publicarlos.
Diferentes momentos de la escalada
Manolo Soriano sobre la punta del Valloré
Desde la cumbre la cosas se ven de otro modo
Nosotros aquella mañana solo
encontramos a Luis, un antiguo pastor de Montoro, que tampoco nos supo mostrar
lo que buscábamos, aunque salimos bien parados, pues nos enseñó las pinturas
rupestres del Cantalar y la sima que sirvió de necrópolis en la época
calcolítica durante algún periodo del tercer milenio antes de cristo.
Han pasado muchas cosas desde
entonces, a saber cuántos hechos importantes se habrán perdido cayendo en el
olvido del oscuro e inescrutable confín de los tiempos.
El Pozo Valloré a vista de cabra...
Grabamos en nuestras retinas esta última imagen para siempre
En aquella aguja, donde los que
creyeron ser sus primeros escaladores, pensaron que pertenecía a una cabra por
encontrar excrementos de este mamífero en su cumbre, ya no hay nada que diga
que el hombre posó sus pies alguna vez allí.
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